Vínculos de confianza

Por María del Socorro Pensado Casanova

Hay personas que marcan nuestras vidas de manera profunda, no necesariamente por la cantidad de tiempo que compartimos con ellas, sino por la intensidad emocional, la autenticidad del vínculo y las experiencias que vivimos en común. A veces, unas pocas palabras o gestos son suficientes para que se genere un lazo significativo que deja huella. En esos vínculos de confianza encontramos reflejos de lo que fuimos y somos, de lo que aspiramos y, en ocasiones, de lo que no sabíamos que necesitábamos. Nos transforman, nos sustentan, y nos permiten caminar acompañados, sostenidos por la certeza de que no estamos solos en nuestras vivencias. Son esos lazos los que nos reconectan con nuestra humanidad compartida y nos recuerdan el valor de la escucha, del respeto mutuo y del cuidado.

Sin embargo, la vida avanza, las circunstancias cambian y, con el tiempo, algunas de esas relaciones se modifican o se diluyen. Ya sea por decisiones conscientes, por distancias geográficas, por nuevos caminos o por el simple paso del tiempo, nos vamos alejando de quienes en algún momento fueron parte esencial de nuestra cotidianidad. Este alejamiento puede generar un sentimiento de pérdida, incluso cuando no ha habido conflicto, porque implica despedirse de una etapa emocional. En ocasiones, esto afecta nuestra autoestima o nuestra seguridad personal, ya que tendemos a anclar parte de nuestra identidad en quienes nos han validado o acompañado. Por eso, es crucial entender que el alejamiento de otras personas no implica que hayamos fallado o que valemos menos. Al contrario, es una oportunidad para reencontrarnos con nosotros mismos, para cultivar nuestra propia confianza desde un lugar autónomo, firme y amable.

Confiar en las demás personas es un acto de apertura, pero también lo es confiar en uno mismo. No se trata de cerrarse al mundo, ni de crear muros emocionales como mecanismos de defensa, sino de construir una base sólida donde es posible relacionarnos con un mayor equilibrio. Esto requiere una práctica constante de autoconocimiento, de autoaceptación y de límites sanos. Es importante recordar que priorizarse no equivale a ser egoístas, así como cuidar a otras personas no debe implicar descuidarnos a nosotros mismos. El reto está en sostener un balance: saber cuándo dar, cuándo recibir, cuándo acompañar y cuándo decir
"hasta aquí", sin culpas ni exigencias desmedidas. Reconocer nuestros propios derechos y necesidades es parte fundamental del respeto que también merecemos brindar a quienes nos rodean.

Muchas veces, en nombre del afecto o del compromiso, terminamos cediendo espacios
esenciales de nuestra vida. Nos colocamos en segundo plano, nos adaptamos a dinámicas que nos incomodan o postergamos nuestros procesos personales por intentar sostener vínculos que ya no nos hacen bien. La idea del sacrificio como prueba de amor o lealtad aún pesa en nuestras concepciones afectivas. Pero el amor, la amistad y cualquier forma de relación significativa no deben doler ni exigir la renuncia a una misma. Los vínculos sanos se basan en el respeto mutuo, en la posibilidad de decir "no", en el cuidado recíproco y en la libertad compartida. No estamos para salvar a nadie, ni para cargarnos con responsabilidades que no nos corresponden, sino para construir relaciones que nos eleven y nos permitan crecer.

Por eso, es fundamental entender que el distanciamiento no siempre es señal de ruptura o abandono. En muchas ocasiones, es una forma de preservar el respeto y la salud emocional de todos los involucrados. Aprender a habitar las ausencias sin resentimiento, a transformar la nostalgia en gratitud y a reconocer que algunas personas ocuparán siempre un lugar simbólico en nuestra historia, aunque ya no estén en nuestro presente, es un acto de madurez afectiva. No todo vínculo necesita presencia constante para seguir siendo significativo. A veces, la distancia también es una forma de cuidado.

Vivir desde la autonomía emocional implica hacernos cargo de nuestras propias emociones sin delegarlas ni proyectarlas en otros. Significa saber quiénes somos más allá de las relaciones que mantenemos, y tener la capacidad de sostenernos sin depender de validaciones externas. Esto no significa que no necesitamos a nadie o que debemos resolverlo todo en soledad, sino que aprendemos a convivir con nosotros mismos de una manera compasiva y fortalecedora. Cuando logramos habitar ese lugar interno con seguridad y amor propio, los vínculos que establecemos también se transforman: dejamos de buscar completarnos en otros y empezamos a compartir desde lo que somos, sin pretensiones ni máscaras.

La confianza es una herramienta de transformación individual y colectiva. Cultivar la confianza en uno mismo es un acto político y de resistencia, especialmente en contextos donde el mundo
constantemente nos exige demostrar, rendir, complacer o adaptarnos. Y construir confianza con otros es un ejercicio ético que requiere compromiso, empatía y responsabilidad. No se trata de confiar de forma ciega, sino de hacerlo con conciencia, reconociendo tanto nuestras fortalezas como nuestras heridas, y creando relaciones donde podamos expresarnos desde la autenticidad.

Los vínculos de confianza no nacen de la imposición ni del miedo, sino del cuidado mutuo, del respeto a los derechos de todos y de la libertad del ser. Cuando construimos estos vínculos desde ahí, se convierten en refugio y en impulso. Permanecen, incluso si cambian de forma. Y, sobre todo, nos enseñan que ponernos en primer lugar no es una renuncia a los demás, sino una forma genuina de amar con más claridad y sin perder la conexión con quienes nos rodean.

Desde Amarelille, agradecemos profundamente estos primeros seis meses de camino compartido. Cada persona que se ha acercado, cada historia que nos ha confiado, cada espacio de diálogo, formación o acompañamiento ha reafirmado nuestro compromiso con una transformación basada en el respeto, la igualdad y el cuidado mutuo. Gracias por confiar en nosotros, por abrir sus voces, por construir comunidad. Seguimos adelante con la convicción de que los vínculos de confianza pueden ser el punto de partida para un mundo más justo, empático y sensible.

Recuerda que tienes derecho a una vida libre de violencias. Si has sido o eres víctima de algún tipo de violencia, escríbenos y te apoyaremos, Amarelille te espera con los brazos abiertos...